El peso específico que la televisión ha adquirido en los hogares es muy significativo. La televisión educa, para bien o para mal. Estar ajenos a esta evidencia no puede más que jugar en nuestra contra.
Como señalaba Martín Barbero y Rey (1999) ”la televisión se mueve entre la queja y la fascinación” y Umberto Eco, por su parte en “Apocalipticos e Integrados”, también se refirió a esa categorización enfrentada.
Muchos autores han insitido en la necesidad de los valores de servicio publico de la televisión , entre ellos Blumler (1992).
En muchas ocasiones las niñas y niños se enfrentan al visionado de televisión sin unos criterios, una alfabetización idónea en los medios y sin la mediación de un adulto que les ayude a interpretar esta realidad.
El papel de la familia en este nuevo contexto es primordial.
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